La Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) ha anunciado que ya inició el proceso de planificación para enviar una sonda espacial robótica a Encelado, una de las más de 140 lunas que orbitan alrededor de Saturno, sobre la cual los científicos tienen la sospecha de que pueda albergar vida.
Más de tres siglos después de su descubrimiento, los astrónomos han encontrado que la superficie de Encelado está plagada de géiseres que envían grandes chorros de agua al espacio, así como trazas de materiales orgánicos como los gases propano y etano.
De acuerdo con Michele Dougherty, profesora del Imperial College de Londres, “Encelado cuenta con tres elementos claves para la vida: agua líquida, materia orgánica y una fuente de calor”.
Por estos motivos, la ESA se propuso como su próximo objetivo el envío de una misión a una luna de Júpiter o Saturno, siendo Encelado la escogida como primera opción. No obstante, el panel científico de la organización también incluyó en su lista a Europa, una luna de Júpiter completamente cubierta de hielo; y a Titán, sobre la que diversos informes indican que posee altas cantidades de hidrocarburos.
En este sentido, se espera que el lanzamiento de la sonda se de en el año 2040, y su propósito principal será el aterrizaje en la superficie de Encelado, aunque también se podría sobrevolar a escasos kilómetros de la superficie para estudiar los géiseres más de cerca.
Al respecto, Zita Martins, astrobióloga adscrita al Instituto Superior Técnico de la Universidad de Lisboa, es de la opinión de que esta misión “brindará un gran rédito científico y sería crucial para detectar biofirmas en lunas heladas”.
Empero, Dougherty advierte que este tipo de proyectos siempre son riesgosos y revisten una alta complejidad técnica.
“Una cosa es colocar en órbita una sonda alrededor de una gran luna o un planeta, los cuales generalmente tienen un campo gravitacional fuerte que puede servir de freno para una nave espacial entrante. Pero Encelado es muy pequeña y tiene una gravedad mínima, lo que repercute en la necesidad de una mayor cantidad de combustible para frenar la sonda y evitar que se pase de largo hacia el espacio profundo. Esto será todo un reto para los diseñadores de la misión”, explica.
La experta asegura que el interés por Encelado creció exponencialmente luego del paso de la sonda Cassini, que entre 2004 y 2017 estudió Saturno y sus lunas.
“En cierto momento, Cassini pasó cerca de Encelado y nuestro magnetómetro detectó que el campo magnético de Saturno sugería que la pequeña luna tenía atmósfera”, aseveró. En consecuencia, los directores de la misión decidieron dirigir la nave hasta sus proximidades, donde pudieron constatar la existencia de grandes cantidades de vapor de agua.
“Fue incréible”, agrega Dougherty, quien fue miembro del equipo encargado de Cassini.